Un autor que se declara fuertemente influenciado por los maestros del S. XX, la carnalidad de Bacon, el collage de Picasso o el surrealismo de Dali, aparecen bruscamente y casi sin avisar en su obra, una pintura eminentemente figurativa que se desliza hacia la abstracción en busca de la emoción, del sufrimiento, de la memoria humana.
En sus retratos despoja a los rostros de su esencia para convertirlos en pura emoción, como si el interior del personaje pugnara por salir a la luz, retorcido, siniestro o quizá lleno de terror.
Con cierto aire surrealista, la obra de Daniel Maczynsk (1976) plasma un mundo caótico y sombrío donde lo peor de la ciencia ficción se ha convertido en realidad, tecnología que consume al propio humano que aparece al servicio de las máquinas; una visión apocalíptica del presente y el futuro.