Marta Mantecón: “Soy trabajadora del arte. Cada vez trato de definirme lo menos posible”.
Un café con Marta Mantecón de la mano de María Bueno
Me interesa mucho la línea de trabajo de Marta Mantecón. Sus intereses dentro del arte, sus ponencias, charlas y, muy en especial, la labor actual de comisariado que desempeña, en la Sala Robayera, hace que sea una gran profesional comprometida, dentro de nuestro contexto artístico español.
Pese a los tiempos acelerados en los que vivimos, nos detenemos ambas para tomar un café, charlar y compartir, de manera que la conocemos mejor y nos acercamos a su labor profesional.
Danos unas breves pinceladas de quién eres y a qué te dedicas. ¿Cómo llegaste al mundo del arte y, concretamente, al comisariado, gestión cultural y redacción de contenidos?
Soy trabajadora del arte. Cada vez trato de definirme lo menos posible, pero siempre hay una perspectiva feminista que atraviesa todo lo que hago. Me formé como historiadora del arte en la Universidad Complutense de Madrid y desde 1999 trabajo de forma independiente desde Cantabria. Me dedico fundamentalmente a la investigación, docencia, escritura, comisariado y gestión de proyectos culturales. Me mueven la curiosidad y las ganas de conocer, interrogarme sobre quiénes somos y cuál es nuestro lugar en el mundo, así que estoy en permanente proceso de aprendizaje y transformación.
Eres una persona amante de la naturaleza, lectura, viajes, paseos y reuniones con los amigos, ¿nos explicas acerca de tus intereses y cómo los conectas a tu práctica profesional?
Procuro dedicar todos los días algo de tiempo a la lectura y a la recolección de imágenes de diferentes asuntos que agitan mi imaginación y mi pensamiento. De una manera u otra, siempre acabo planteando encuentros entre ellas y las incorporo a mis proyectos. Construyo ensayos visuales generando “parentescos raros”, tal como propone Donna Haraway. Cada vez me siento más atraída por las diferentes formas de vida entre especies (convivo con una manada de gatos, entre otros animales) y por la búsqueda de historias y contra-narrativas que pongan en jaque lo que siempre he dado por sentado. También busco entender los mecanismos que rigen los regímenes de visibilidad que nos gobiernan.
Entre los proyectos de arte que has realizado ¿cuáles han sido importantes y decisivos?
Todxs lxs artistas con lxs que he trabajado han sido muy importantes en mi trayectoria profesional y en mi vida, pero quisiera destacar la exposición de Isabel Villar que tuvo lugar en la Sala Robayera de Miengo (Cantabria) en 2016 bajo el título “En un lugar que yo veo”. Poder incorporar su obra en la primera programación que realicé para este espacio fue muy especial para mí porque cuando estudiaba Bachillerato se utilizaba un manual de Historia del Arte, supuestamente universal, en el que solo se incluía la obra de dos artistas: Louise Nevelson (que murió en 1988) e Isabel Villar. Al ver su obra quedé completamente deslumbrada porque no sabía que las mujeres también hacían arte… Desde entonces se ha convertido en un referente mágico. Además, cuando le propuse exponer (nos puso en contacto Manuela Alonso Laza), llevaba bastante tiempo sin mostrar su trabajo de forma individual, así que el proyecto resultó maravilloso para las dos.
¿A qué tipo de proyectos o propuestas le dirías sí sin pestañear?
A cualquiera que valore nuestro trabajo como un laboratorio para investigar, pensar e incorporar nuevas perspectivas y modos de hacer, con unas condiciones dignas, unos medios técnicos suficientes y unos márgenes de tiempo acordes con las necesidades del proyecto. Nada más y nada menos.
Establecen tus propuestas una conexión con tu propia identidad, con quien tú eres? Si es así, ¿piensas que el arte es transformador?
Cada vez tengo menos clara mi identidad, pero supongo que así es. Todo lo que hacemos tiene que ver con lo que nos late por dentro y, sí, creo que el arte tiene un extraordinario potencial transformador en la medida en que nos permite reflexionar sobre nuestra existencia, poner en duda las verdades absolutas e inventar nuevos imaginarios.
Gracias a trabajar en proyectos que atienden a formatos y contextos tan diversos, que van desde la publicación de artículos, gestión cultural y comisariado, ¿podríamos decir que obtienes un aprendizaje positivo cuando compartes y trabajas en colectividad?
Me gusta trabajar con otras personas. Además, doy clase en dos centros universitarios diferentes que me permiten relacionarme con grupos de edades diversos (de diecisiete a noventa y pico), aunque hay actividades como la escritura o la investigación que me obligan a pasar mucho tiempo sola. Siempre que puedo procuro generar y participar en proyectos comunitarios. Uno de los más especiales fue “Manual para construir un museo imaginario en tres actos”, que tuvo lugar hace un par de años en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC), un lugar muy simbólico para nosotras, en el marco de la primera edición del programa Mujeres y Cultura. El proyecto consistió en una serie de charlas y acciones colectivas en las que artistas (Marisol Cavia, Tamara García, Gloria Pereda, Emilia Trueba y Gloria Torner) e historiadoras del arte (Lidia Gil, Wendy Navarro y yo) trabajamos mano a mano para crear un “museo” dentro de otro museo con el trabajo de artistas de varias generaciones, tratando de esbozar una genealogía artística de nuestro contexto más cercano. Solo duró unas pocas horas, pero lo conseguimos.
Referentes…
-Dos creadores/artistas.
Louise Bourgeois, que siempre me ha hecho temblar, y Chelo Matesanz, por hacerme reír. Me gustaría mencionar también a Marina Vargas, de quien aprendí a tener menos miedo. Y, por supuesto, todos los artistas con los que he tenido la inmensa suerte de poder trabajar.
Un colectivo y propuesta artística.
Me emocionan los colectivos que utilizan el arte como herramienta de lucha política en el espacio público, como Mujeres Creando de La Paz (Bolivia) o Plataforma A en Euskadi (su “Acción Gabarra” me pareció absolutamente maravillosa). Siento que sus propuestas constituyen verdaderos espacios de resistencia contra el patriarcado, el neoliberalismo y el colonialismo.
Un evento que te haya marcado.
Desde hace muchos años asisto a los cursos de “Perspectivas feministas en las producciones artísticas y las teorías del arte” que organizan Lourdes Méndez y Xabier Arakistain en Vitoria (y durante algún tiempo en Bilbao). Quisiera mencionar también las últimas ediciones de la Trobada Internacional de Poesía d’Acció i Performance “La Muga Caula” en Les Escaules (Girona). Ambos espacios de encuentro me han permitido ensanchar mis horizontes, encontrarme con personas muy interesantes y divertirme mucho.
Un comisario, espacio cultural y tendencia artística.
Orlando Britto Jinorio ha sido un modelo para mí. Admiro su forma de tejer relaciones y su capacidad para trabajar con personas de contextos muy diversos desde la absoluta equidad y honestidad. Fue el creador de Espacio C, un centro de arte contemporáneo internacional (hoy desaparecido) que fue absolutamente referencial y una puerta abierta al mundo. Todavía no he vuelto a conocer nada parecido.
Nunca he sido muy de tendencias, pero siempre he sentido una profunda atracción hacia todo aquello que se sale del canon y, sobre todo, hacia los y las artistas que no se ajustan al patrón clásico de hombre-blanco-occidental-acomodado-heterocentrado-capacitado que ha protagonizado la Historia del Arte oficial. También me interesan mucho las manifestaciones artísticas fronterizas, que no encajan en categorías perfectamente delimitables, así como el arte textil y el arte de acción, quizá por tratarse de disciplinas menos historizadas.
Una película, libro, canción, paisaje y viaje inspirador para tu obra.
La pirámide humana de Jean Rouch, El libro de la almohada de Sei Shonagon y Mulher do Fim do Mundo de Elza Soares. En lo que respecta al paisaje, cualquiera que me invite a soñar: desde el lugar donde me encuentro ahora mismo en lo alto de una montaña pegada a un río, hasta las profundidades submarinas de cualquier océano. El viaje lo tengo claro: ir al sur de China en coche desde mi casa (y volver)…
¿En qué tópicos, idealizaciones y estereotipos crees que caemos cuando abogamos por una diversidad e inclusión que, en el fondo, no se termina de materializar? ¿Cómo podemos desactivarlos?
Estamos anclados en ciertos binarismos que funcionan como categorías excluyentes y tenemos mucha resistencia a cuestionar nuestros privilegios. Este es un trabajo que, tarde o temprano, vamos a tener que hacer y que, además, nos va a llevar mucho tiempo, ya que consiste fundamentalmente en desaprender conceptos demasiado arraigados en la subjetividad de la inmensa mayoría. Tengo claro que publicaciones como las tuyas o las de tu hija Maiá Fernandes Bueno no hacen más que constatar que tenemos que pensar el mundo de una forma mucho más abierta, abogar por saberes no colonizados y construir nuevos espacios de autodesignación.
¿Qué nos conecta a las mujeres que trabajan y crean en el contexto artístico español? ¿Qué crees que nos facilita acercarnos y unirnos?
Pienso que debemos espigar sin parar para que muchas historias no se pierdan (“recoger para no desperdiciar”, como señaló Agnès Varda). Personalmente, siento una alegría inmensa cada vez que descubro algún artista que me hace palpitar física o intelectualmente, sobre todo, cuando su trabajo ha estado en las sombras durante demasiado tiempo. Es como trabajar en la mina o en algún yacimiento arqueológico, solo que aquí, a poco que comienzas a escarbar, aparecen infinidad de nombres y relatos. Quiero destacar en este sentido los proyectos “Womankind”, “Herstorymuseum” e “Indignadas” de María María Acha-Kustscher, “Queridas Viejas” de Maria Gimeno, “Tal día como hoy”, de Diana Larrea, “Mujeres en el Arte” de Concha Mayordomo, “Consejo de Sabias” de Sra. Polaroiska y las performances de Majo G. Polanco. También creo que es muy importante generar redes de apoyo mutuo que nos ayuden a confiar más en nosotras mismas, a sentir que no estamos solas y que “si tocan a una respondemos todas”, tal como dice Vivir Quintana en “Canción sin miedo”. Solo juntas podemos actuar como termitas y acabar derribando estructuras.
¿Qué estrategias piensas que nos permiten paliar las necesidades y dificultades en dicho contexto actual?
Al sistema del arte le sobra impostura y le falta romper todavía con demasiadas inercias y automatismos. Muchas propuestas que nacen desde lo supuestamente alternativo al final se parecen demasiado a lo que el mercado o los poderes legitiman. Las estéticas de superficie están de moda y los valores éticos parecen un elemento de adorno que se utiliza en las redes sociales para mostrar cierta cuota de compromiso, pero sin que haya un verdadero activismo detrás.
Todxs hablamos desde el lugar que, por suerte o por desgracia, nos ha tocado vivir, pero eso no significa que debamos permanecer ahí mismo a perpetuidad. Debemos repensar lo común, dedicar más tiempo o más espacio a la escucha, poner los cuidados en el centro, y tratar de ser más empáticas y permeables. Tampoco nos vendría mal reírnos un poco más (no dejéis de escuchar “Venganza”, una bellísima canción escrita por Gema Martínez para La mala hierba).
¿Nos adelantas algo de tus proyectos venideros?
Además de la preparación de las clases y charlas que tengo en este próximo trimestre, cuando tengo un poco de tiempo, trabajo en un proyecto sobre el arte del siglo XXI tomando como punto de partida las “seis propuestas para el próximo milenio” de Italo Calvino: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad y consistencia. Me gustaría que se materializase en algún tipo de publicación. No sé cuándo verá la luz, pero tampoco tengo prisa.
Una entrevista de María Bueno para Arte a un Click.
Imagen destacada: Retrato de Marta Martecón.
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