Hoy en día la política ya no es lo que era. Lejos de tratarse de un espacio en el que los problemas sociales se resuelven, todo parece indicar que estos, a su paso por el filtro de los parlamentos, acaben empeorando. Es el caso de las recientes elecciones en Estados Unidos.
Justo cuando el mundo había entrado en una fase de esperanza al ver cómo un país con una larga historia de marcado carácter xenófobo como Norte América (USA), había escogido por primera vez a un presidente de color, nos encontramos con un resultado electoral que se advierte como un auténtico retroceso hacia los tiempos en los que la segregación racial estaba a la orden del día, al contemplar como el candidato ganador, el magnate Donald Trump, ha construido buena parte de su estrategia electoral sobre los cimientos del odio a la diferencia, del odio hacia lo no “Americano”.
No hay lugar a ninguna duda que muchos jóvenes de nuestro tiempo, americanos o no, a quienes sus respectivos padres y maestros, con sumo esmero, habrán transmitido durante muchos años toda una serie de valores orientados a la consecución de una vida decentemente feliz, estarán sumidos hoy por hoy en una grave confusión tras haber sido testigos de cómo, mediante el insulto y la desfachatez, cualquier menda puede llegar a las esferas más altas de poder.
Cierto es que el mensaje “Trumpista” no es propiedad del señor Trump. A Donald solo le interesa un mensaje, y no es otro que aquél que defiende que todo en esta vida tiene un precio. El mensaje que ha transmitido sin tapujos, en cambio, es el de una mayoría de norteamericanos, hartos de Obama y de sus incursiones en un pseudo-socialismo Europeísta (que, por cierto, para cualquier podemita al uso asemejaría más a las políticas más centristas de “nuestro” PP ).
Una sociedad norteamericana que prima al individuo muy por encima de la colectividad. Donde los “cowboys” de Texas deben hacer frente ellos solos, sin ayuda de su gobierno, al que menosprecian, a los incendios que tienen lugar a lo largo y ancho de sus llanuras repletas de matorral.
Trump ha llegado a Washington para cargarse las normas. Todas las normas, sin excepción. Incluso aquellas de mayor carácter histórico. Como por ejemplo aquella, perteneciente al ámbito del urbanismo, que prohíbe que en Washington D.C. se construya de ningún edificio que pueda ser más alto que el Capitolio.
Y aunque es cierto que Trump va a tener al Capitolio de su lado, al haberse impuesto también una mayoría republicana en estas últimas elecciones, es más que probable que, desde el primer día, llegue y se presente con un “aquí mando yo!” muy típico del macho-alfa que va muy corto de dopamina y no sabe cómo esconderlo.
Es incluso muy posible que para empezar a marcar territorio, no se le ocurra otra que extrusionar hacia el cielo la ya de por sí kitsch y anodina Casa Blanca, para convertirla en otro más de sus rascacielos, aún más horrible incluso. Al menos en Francia los presidentes de la República construían equipamientos culturales durante sus mandatos, tales como la Biblioteca nacional Francesa o el Musée du quai Branly, de Miterrand y Chirac respectivamente.
La única esperanza del artista pasa porque el señor Trump desista de la idea y deje el negocio inmobiliario de lado tras haber contemplado estas imágenes.
Statement
La obra de Víctor Enrich está íntimamente ligada a la arquitectura, entendida esta como mero medio de expresión de la condición humana.
La humanidad, desde sus orígenes, se ha expresado de diferentes maneras, usando todo tipo de técnicas y de tecnologías para conseguir comunicarse y evolucionar, y la arquitectura, como forma de conocimiento, no es ninguna excepción. De hecho, siempre ha jugado un papel muy importante en la evolución de la especie humana, la cual puede atestiguar cómo buena parte de las actividades que lleva a cabo tienen lugar dentro, o alrededor, de un elemento arquitectónico. Por otro lado, la arquitectura ha ayudado a la humanidad a sentirse más cerca de sus divinidades, o ha mostrado al pueblo cuál es la cara del poder, o incluso ha traído la paz entre tribus históricamente enemigas. La arquitectura también ha desempeñado un papel importante en el campo del arte, especialmente a partir del renacimiento, con el nacimiento de la perspectiva.
No obstante, teniendo en cuenta esta realidad, el campo de investigación de Víctor Enrich se concentra en traspasar los límites que la arquitectura ha conseguido establecer en cuanto a su rol en la sociedad, trascendiendo sus funciones más obvias, a la vez que explorando territorios donde precisamente el rol de la arquitectura aún está por definir, y en los que podría desempeñar un papel clave en el establecimiento de las relaciones entre conceptos abstractos y una emociones concretas.
Víctor Enrich hace uso de la arquitectura para crear postarquitectura, entendiéndose esta como un nuevo modo de interpretación espacial.