La obra de Drew Young (Canada, 1987) nos pone delante ese momento vital, ese instante en que la intensidad del sentimiento se mezcla con la constante confusión. Una mezcla de realismo y abstracción que casa perfectamente con su narrativa.
¿Recuerdas tu estado mental durante la adolescencia? Mientras la “padeces” todo adquiere un grado de importancia sublime, parece que nuestro mantra sea todo o nada, desconocemos la escala de grises y eso hace que vivamos cuanto nos acontece con la misma intensidad, ya sea el dolor más insoportable o la felicidad más deseada.
Personajes que intentan poner un poco de orden entre tanto caos, Young investiga y se adentra en su mirada, la dirige, consiguiendo así plasmar el aislamiento propio del adolescente. Utiliza la figuración al servicio de ese delicioso sube y baja que tanto llegamos a echar de menos en la edad adulta.
Pinceladas cargadas de fuerza que contagian juventud y vitalidad; como el color que derrama sobre el lienzo; y mientras, nos invita a jugar con esas dobles personalidades, a volver a ser tan anárquicos y tan ambiguos como queramos; tan bipolares como nos permitamos.
© Drew Young | Web | @aDrewYoung