A Alexey Golovin le surgen las ideas para después darles forma en el lienzo lo que sin duda le lleva a una búsqueda creativa vibrante que rezuma alegría, eminentemente figurativista no por ello evita sumergirse en el bodegón, el retrato o el paisaje.
Cuerpos perfectos, hombres y mujeres al servicio de una simbología que se deja ver sin recato; desnudos limpios e irremediables que dan a su obra un plus de sensualidad al tiempo que conminan al espectador a ir más allá de lo obvio, una forma de exaltar la espiritualidad y la imaginación.
Y destacando sobre todo el color, rojos impolutos, que lejos de transmitirnos tensión, nos trasladan energía y fuerza, vivacidad y ganas, muchas ganas de ver más, de sentir más.
Mila Abadía | Jose L. Calleja