El mundo del circo, el cabaret, el cine negro, constituyen la mayor inspiración para Le Turk, un fotógrafo que construye decorados surrealistas para acoger a sus protagonistas, sueños imposibles que hace cercanos, casi reales. Mobiliario, vestuario, maquillaje está medido, controlado, de la misma manera que los gestos de sus personajes, sus miradas, sus expresiones están estudiados y pasados por el tamiz de su necesidad.
Sus imágenes parece surgir directamente de su inconsciente, escenas dramáticas que evidencian sujetos tortuosos, en ocasiones, tramposos, otras, mezquinos, y las más, supervivientes, sin que podamos evitar la curiosidad de indagar en sus vidas.
Composiciones que miran a LaChapelle, cinematográfico hasta la médula es capaz de mostrar el drama sin cortapisas mientras deja un resquicio para la esperanza. Maneja la iluminación para conseguir atmósferas oníricas que nos empujan a colarnos en esos universos únicos, a sumergirnos en los más extraños y mágicos sueños, misterios sin resolver que esperan nuestra mente despierta.
Fantasía y sensualidad que seduce nuestra mente, una puesta en escena que nos cautiva, nos lleva a imaginar, a componer la narrativa que se halla tras cada imagen. Colores ardientes, rojos y naranjas impregnan sus fotografías, saturados, fuertes, casi brutales.