Resulta imposible no relacionar mariposas con transformación, si bien en ciertas culturas asiáticas tienen una connotación relacionada con la promiscuidad, sea como fuere, a Wang Niandong (Sichuan, China – 1978) le gustan, con frecuencia las encontramos revoloteando cerca de jóvenes mujeres en lo que quizá sea únicamente una referencia a la naturaleza dentro del entorno urbano en el que están colocadas.
En su pintura encontramos románticos retratos inmersos en océanos o urbanitas paisajes , y mujeres, muchas, sensuales féminas con cuya representación el autor quiere hacer una crítica sobre cómo la mujer china abandona su pasado, sus tradiciones, no para evolucionar y ser la persona independiente y libre que merece sino para sumarse a un capitalismo trasnochado.
Muchachas sumergidas en cristalinas aguas, luces que inciden en ellas produciendo la sensación de encontrarnos en un lugar mágico, y es que el realismo de Wang Niandong tiene también un lugar para la fantasía, carreteras que llevan quién sabe donde, aguas que fluyen a la vez que crean ambientes en los que soñar despierto; un punto surrealista al que da gusto dejarse arrastrar.
Sea como fuere su técnica es indiscutible, desde las suaves pinceladas con las que va estructurando cada protagonista, casi esculpiéndola, a la coloración que imprime a los cuerpos, dándoles vida, haciéndolos casi perfecto, un tanto alejados del realismo que proclama su creación, porque ¿cuán perfecta puede llegar a ser una?
Sea como fuere su técnica es indiscutible, desde las suaves pinceladas con las que va estructurando cada protagonista, casi esculpiéndola, a la coloración que imprime a los cuerpos, dándoles vida, haciéndolos casi perfecto, un tanto alejados del realismo que proclama su creación, porque ¿cuán perfecta puede llegar a ser una?
© Wang Niandong
Mila Abadía | Jose L. Calleja