Con una dilatada producción Elizaveta Porodina (Rusia) es, además de muy joven, una fotógrafa que en cada obra demuestra su indiscutible talento, luminosidad y magia al servicio de la imagen.
Composiciones llenas de color o en blanco y negro, luces y sombras, escenarios nimios, poco más que el personaje, su vestuario y un fondo neutro, que lo mismo puede ser terrenal que pertenecer a un mundo imaginario, incluso cósmico.
Con una narrativa de historias fantásticas e instantes quiméricos, sus atmósferas irreales nos llevan a inventar mil relatos para encajar al intérprete, nos anima a imaginar y más atendiendo a que actúa siempre desde la sensualidad y la tenue incitación, manifestación difícil de resistir para cualquier humano. Los protagonistas de Elizaveta Porodina solo caben en esos mundos ficticios, cuerpos andróginos, delgados hasta la extenuación, rostros aparentemente demacrados cuya expresividad queda patente en cada imagen.
La autora logra traspasar a sus modelos, plasma en imágenes sus estados anímicos, gestos y miradas delatan sus sentimientos, su formación en psicología puede tener mucho que ver; aunque ¿y si fuera al contrario? ¿y si fuera ella la que contagia sus propios estados emocionales a los modelos? Sea como fuere, la autora ha conseguido que la fotografía sea su centro vital y eso se nota.
Mila Abadía | Jose L. Calleja