Jason Bard Yarmosky (Poughkeepsie, New York 1987) se desliga de las interpretación populares de la belleza y considera un reto artístico pintar el deterioro de un músculo y la flacidez de la piel. Aunque envejecer merma las capacidades físicas y la movilidad se reduce, recalca que es falso que también se reduzcan los sueños, las esperanzas y los deseos.
Una reflexión sobre los cambios físicos y mentales que experimentamos todos con el paso del tiempo, sobre la vejez entendida como una forma de libertad porque quién puede ser más libre que aquél que ha conseguido obviar los convencionalismos absurdos a los que nos sometemos en nuestra juventud, y aún en nuestra madurez.
Las imágenes se pueden ver como humillantes y también poderosas. El pesimista, agobiado por las convenciones sociales, las ve a través de la lente de la vergüenza y la vulnerabilidad. El optimista ve un sentido de liberación, donde las ganas de jugar y la libertad de la adolescencia complementan la sabiduría de la vejez.
Desde pequeño, el artista tuvo una relación cercana con sus abuelos, quienes colaboraron posando para él, ha sido testigo de lo ineludible de la vejez en sus cuerpos, a pesar de que la visión que tienen del mundo ha continuado expandiéndose.
Mila Abadía | Jose L. Calleja