En la intersección entre pintura, fotografía, performance e instalación se encuentra el trabajo de Alexa Meade (Washington, 1987). No utiliza el acrílico para plasmar retratos de gente sobre lienzos, pinta directamente sobre sus sujetos, dando la impresión de que estos son una pintura dentro de la obra misma, el espacio 3D de las escenas pintadas se transforma ópticamente en un plano 2D.
Rediseña la piel, la ropa y los materiales para que formen parte de sus ‘cuadros vivientes’. El último rastro de humanidad se esconde en el pelo y los ojos; todo lo demás, las manos, los labios, hasta la expresión se convierte en dibujo.
A primera vista, el espectador puede creer que se halla ante un simple retrato, pero a medida que examina la obra, comprende que se encuentra frente a una persona real, una ilusión óptica que confunde su visión espacial. Incluso, de vez en cuando, los personajes estáticos cobran vida y se mezclan entre los visitantes, en una materialidad desconcertante.
Una forma de entender e investigar el ser, el estar y el permanecer, pinturas que adquieren vida, expresiones estudiadas y dirigidas, estáticas o en movimiento, siempre factibles; hastío, indignación, aburrimiento, serenidad, Alexa Meade es capaz de imbuir en sus modelos todo lo que quiere contar, y lo hace a base de pinceladas exactas.
