Si en sus ilustraciones el dominio del color y el dibujo le han hecho acreedor de diversas portadas de Vértigo, en otras publicaciones, en su pintura, Phil Hale (1963) se sirve igualmente de su técnica y de la figura humana como centro de su creación.
Un pintor que respira cómic, y es que sus surrealistas escenas tienen una deriva inevitable; sus personajes, son capaces de realizar saltos imposibles, luchas titánicas… y todo con grandes aspavientos, cual héroe que se precie.
Con una narrativa llena de misterio y tensión, Phil Hale nos conduce por lugares densos, en los que la tensión se respira, protagonistas de aspecto inquietante cuyos rostros parecen estar a punto de estallar, poses que nos perturban y transmiten una sensación de violencia, contenida o no, pero imposible de obviar; escenarios que no lo son, una o dos figuras llenan todo el espacio, un entorno vacío, lleno solo de color, y aún así nos sitúa en el lugar que quiere, sin dudar, sabemos donde estamos y porqué.
El autor utiliza el color como fórmula insustituible e inmejorable para demostrar la carga expresiva que plasma en su obra, estremecedora en ocasiones.
