Pintor e ilustrador Michele del Campo (1976 – San Nicandro Garganico, Italia) plasma en sus lienzos una curiosa juventud, ¡son todos tan guapos! estudiados gestos con los que parecen estar posando para la cámara, siempre bellos y bronceados.
Sus urbanitas personajes aparecen distantes, trasmitiendo la sensación de que su mundo interior sea lo único que necesitan, aislados a pesar de estar siempre acompañados, rostros que reflejan soledad y encierro. Una mirada un tanto cruel a la sociedad actual al poner el acento en la incomunicación más absoluta en una década en la que la comunicación forma parte de cada momento, cada segundo de nuestra vida.
Composiciones vibrantes en las que la calle es otra de las protagonistas, por ella se mueven, se relajan, se hacen compañía, pasan el tiempo, es parte de su vida, el lugar idóneo para huir de esa soledad que les atenaza.
Una forma dramática de expresar el aislamiento y la degradación de la sociedad, cada vez más inmersa en si misma, perdido el humanismo que ha de conllevar forzosamente una sociedad que quiera emerger y crecer.
Y sin embargo, el gran formato con el que a menudo trabaja, la luz mediterránea, el color, la belleza física, la sensualidad implícita, todo tan hermoso que nos lleva a buscar, a regresar una y otra vez a su pintura en busca quizá, de un ápice de positivismo, una migaja de firmeza, de deseo por avanzar.
Mila Abadía | Jose L. Calleja
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