Kehinde Wiley (1977 – Los Ángeles) demuestra en sus pinturas una total veneración por los grandes maestros, reproduce sus técnicas en sus pinturas y lo hace impecablemente, aunque da un giro de 180º al elegir a sus personajes; bien distintos de quienes posaban para las obras de aquellos; busca en la calles de EE.UU. Nigeria o Brasil a sus modelos, afroamericanos, afrobrasileños, hindúes, africanos, etíopes tienen la posibilidad de posar, si así lo desean, cual dioses clásicos, santos o aristócratas, o bien, reproduciendo el gesto de una obra de arte clásica elegida por ellos, y se reserva el derecho de decidir su vestimenta; así, aparecen con estilismos asociados a la cultura del hip-hop, una forma de reflejar la identidad de la raza a través del arte.
Esta yuxtaposición de elementos dispares confieren a su obra un enorme impacto visual, aunque el autor no se queda solo en lo visual, por el contrario, desarrolla una investigación relacionada con el poder, la raza y el género.
Kehinde Wiley plasma temas relacionados con el racismo y lo hace de una forma novedosa, irónica y crítica, consigue empoderar a esos hombres y mujeres durante tanto tiempo ausentes en el arte y la cultura, una exclusión vergonzosa.