Perfecta belleza en la pintura de Margaret Bowland

Los cánones de belleza varían a lo largo del tiempo, y menos mal,  una forma de “darse cuenta” de lo absurdo de ese bombardeo constante a que es sometida la sociedad y particularmente, la mujer. Hay que ser  guapas, altas, delgadas, moldeadas, tener músculos perfectos, cabellos suaves, proporciones mínimas, y esto es lo que no parece gustarle a Margaret Bowland (Carolina del Norte, 1953),  la pintora realiza una crítica social frente a esos estereotipos de belleza tan poco realistas.
Una exploración sobre el concepto de belleza, no solo en cuanto a lo que significa ser bella también respecto a la importancia de serlo o no en una sociedad como la nuestra tan segura de que el triunfo depende en gran medida del aspecto externo, y donde la industria que rodea la belleza llega a la crueldad con tal de desarrollarse en la medida que desea.

Con un nivel de detalle espectacular y una cuidada iluminación, Margaret Bowland crea relatos en cada una de sus telas, momentos inventados en la vida de sus personajes, diosas y vírgenes distintas al canon y tan reales como la propia naturaleza; instantes que podemos desgajar y recomponer; y lo hace apoyándose en mujeres y niñas negras con caras pintadas de blanco arremetiendo (tras ser criada como sureña en el momento de la eliminación de la segregación) ante la idea de que para ser bella hay que ser blanca; mujeres de hermosa diferencia como una forma de subrayar el esplendor de lo que no se ve; y presidiendo todo esto una mujer enana, Anna, a la que la autora plasma como una forma de demostrar que la finura y la gracia no está únicamente donde marcan los dictados de la moda y el comercio.

Miradas únicas y certeras, sabedoras de su lugar en la superficialidad de este mundo, quizá convencidas de que aman, sufren, ríen, lloran, soportan o gozan exactamente igual que cualquier otra, quizá luchando cada día para sentirlo así en su interior.

Crecí en un mundo de símbolos en las puertas y las fuentes de agua que indican …. Esta es mi herencia. Viví las luchas de raza; hombres y mujeres afroamericanas me amaron y enseñaron cuando era niña allá en Carolina del Norte….. La loca disparidad entre la forma en que fueron tratados y la forma en que me trataron a mí moldeó mi persona. Algunos de los primeros recuerdos de mi vida son pancartas en las que se leía la palabra “color”.

© Margaret Bowland | pintura | realismo | crítica social | arte a un click | A1CGalería

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© Margaret Bowland | Web

Mila Abadía | Jose L. Calleja

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