Cuando te sumerges en la obra de San Weber (Alaska) lo primero que te viene a la mente es esa oscuridad que desprende, imágenes cargadas de sarcasmo y sufrimiento; imágenes refinadas y surrealistas.
Un autor que, aún cuando llega a utilizar el color, lo hace en contadas ocasiones, la mayor parte de su producción carece de él; realizaciones casi monocromáticas en las que plasma una narrativa llena de imaginación, historias infantiles que parecen querer asustar a esos niños a los que van dirigidas, y sin embargo, somos los adultos los que las tenemos delante en un intento quizá de volver a esa niñez a la que de vez en cuando todos queremos regresar.
Sam Weber realiza cada de sus piezas manualmente aunque las retoque posteriormente con herramientas digitales hasta conseguir esa buscada tenebrosidad, hasta alcanzar un toque realista en el que la mitología tiene un importante lugar.
Atmósferas enigmáticas en las que personajes con expresiones de asombro, confusión, alarma o temor, dejan su impronta; mundos complejos en las que el autor desarrolla toda su creatividad guiándonos por inexistentes vericuetos hasta llegar donde desea tenernos.
Ha desarrollado su labor de ilustrador tanto en editoriales como en portadas de discos trabajando para empresas tan reconocidas como New Yorker, The New York Times, Rolling Stone o Playboy.
© San Weber | Web | @sampaints
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