Una escultora que casi no necesita presentación Paola Epifani aka Rabarama (Roma 1969) tiene repartidas por medio mundo sus monumentales esculturas urbanas de hombres y mujeres decoradas con símbolos o letras a modo de mosaico.
Rabarama trabaja principalmente el bronce y el aluminio para componer una suerte de rompecabezas con el que tatúa cuerpos y rostros, sus expresiones en parte hieráticas compensan la potencia que traslada su obra con las posturas que adoptan, con una flexibilidad tal que parece que sea el propio personaje el que decida cómo ponerse.
La artista dota a sus personajes de contorsionadas poses que dan a la obra una fuerza casi violenta, materiales puros que parecen querer saltar del espacio que los contienen, la propia escultura. Figuras replegadas en sí mismas en un acto, quizá de recogimiento, quizá de protección, quizá como decía antes, una forma de desplegar cierta violencia.
Con un particular entendimiento sobre la sociedad y la vida, Rabarama nos deja una obra plagada de futuro para el hombre como especie, nos traslada intensas sensaciones, desde la necesidad de arropar, de cuidar al personaje que nos pone delante, a la incertidumbre sobre la posible violencia que puede producir en un movimiento que parece querer realizar.