Toru Kamei (Tokio, 1976) crea pinturas llenas de belleza, un obra en la que naturaleza y mitología tienen un lugar preferente, óleos obre lienzo llenos de misterio y realismo.
El pintor nos evidencia la fragilidad de la vida y la inevitable mortalidad a través de su obra, pinturas de flores, simbolizando la fugacidad de la belleza, de las que surgen ojos que le dan vida a lo que podríamos haber llamado naturaleza muerta, cráneos que nos recuerdan lo efímero de la vida, una obra compleja e intrigante que puede ser interpretada de muchas maneras.
Toru Kamei espera que el espectador se proyecte en su obra para darle todo el significado que su obra necesita, narrativas en las que la mitología o los textos religiosos quedan patentes.
En sus autorretratos siempre se plasma desnudo, quiere eliminar cualquier referencia cultura, de tiempo o de espacio, pretende ser atemporal, aunque siempre efímero, una forma quizá de querer escapar de la realidad, desconectarse de ella.
En sus autorretratos siempre se plasma desnudo, quiere eliminar cualquier referencia cultura, de tiempo o de espacio, pretende ser atemporal, aunque siempre efímero, una forma quizá de querer escapar de la realidad, desconectarse de ella.