Proveniente de una familia completamente desestructurada donde el maltrato era el pan de cada día, y transitar una adolescencia cuando menos complicada, Dale Grimshaw nos trae una obra en la que se puede sentir ese dolor, esa violencia, ese desconcierto que provoca crecer bajo ese yugo.
El autor se las arregla para plasmar esas experiencias y sentimientos en el lienzo; sentimientos que, de alguna manera, nos llegan a todos, a quienes han sufrido experiencias parecidas y a los que, afortunadamente, no.
Puede que hoy en día haya superado con creces los momentos vividos, sin embargo, no cabe duda de la impronta que han dejado en su creación.
Un autor que se mueve con total soltura entre el street art y el lienzo, pintura en definitiva, sea cual sea el soporte, en los últimos años se ha ido alejado de su impronta más personal para dirigirse hacia una obra en la que el mensaje político subyace esperando que sea el espectador el que saque a flote todo lo que quiere decir.