Alastair Magnaldo compone una fotografía en la que los límites entre realidad, magia y poesía se confunden al tiempo que se confabulan para mostrarnos mundos mejores de los que actualmente habitamos.
El autor manipula imágenes para construir mundos llenos de fantasía, mundos que parecen recién extraídos de los sueños de la niñez, con una simbología recurrente en la que el cielo y la naturaleza son temas constantes. Como si sus mundos surgieran directamente de la mente de un niño, Alastair Magnaldo nos invita a soñar, a descubrir la narración escondida en cada fotografía, tal como lo haría un niño.
Una fotografía amable, divertida y digna de ser vivida, pararnos por un momento y dejarnos invadir por la frescura de sus imágenes puede que no nos haga mejores personas, aunque seguro que por unos minutos dejaremos atrás cualquier traza de malhumor o de mal pensamiento hacia terceros, tal es la magia que rezuma su obra.
No me gusta que la fotografía tenga límites por eso siempre sueño con paisajes. Para mí, un paisaje se extiende más allá de su estricta representación, es una invitación a la imaginación. Una invitación a los sueños y la poesía, donde cada detalle tiene su propio sentido, cada elemento su uso y cada escena una historia.