El realismo como máxima en la pintura de Michael Peck
Y es que Michael Peck derrocha realismo. Más bien, perfecto realismo. Sus continuas refererencias bélicas para las que utiliza niños nos trasladan a situaciones incómodas. Realidades cuya existencia no queremos reconocer.
Le basta con una paleta de colores reducida, casi monocromática para plasmar escenas que rompen la tranquilidad de cualquiera. Sepias que aparentan llegarnos de otros tiempos. Rojos y naranjas que lejos de explotar ante nuestra mirada se deshacen en la retina.
Escenas aparentemente serenas que, sin embargo, nos trasmiten inquietud. Convicciones que se desmoronan. Constantes cambios.
Protagonistas infantiles en localizaciones surrealistas. Niños capaces de transformar objetos cuya utilidad es clara a los ojos del adulto. Para ellos todo elemento es susceptible de ser reinventado. Un juego al que nos invitan a sumarnos perdiendo así parte de la acritud del instante reflejado.
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