Moda, consumismo, frivolidad, aunque también creatividad o fantasía serían algunas de las palabras que se pueden utilizar para hablar de la fotografía de Andrea Giacobbe (Florencia).
Piezas llenas de ironía con las que desarrolla una crítica ácida a lo que puede encontrarse en el mundo de la moda y la publicidad; a veces bello, a veces despiadado; siempre buscado por una mayoría sumida en esas necesidades absurdamente creadas.
Una fórmula que no le ha impedido trabajar para personajes famosos o revistas de renombre, y quizá sea ahí donde radique precisamente su encanto; en su capacidad para retratar la conducta humana y sus más recónditos apetitos.
Ninguna conducta humana necesita precedentes para ser posible.
(Eduardo Mendoza. Riñas de Gatos)
Y de esto sabe bien Andrea Giacobbe cuando nos presenta personajes en situaciones irreales, tanto y tan singulares como posibles, situados en enormes decorados con una cuidada escenografía, curiosidades que sugieren mil incisivas preguntas, sin contención alguna, ni la nuestra ni la suya; una forma de expresar, también de provocar, que en definitiva, es lo que le gusta a Giacobbe.
Una mezcla de conciencia social, crítica, fantasía y deliciosa incitación que no nos empuja a profundizar, a buscar donde está lo uno o lo otro, porque estar, está.