La obras de Rafael Benjamín Ochoa (Toronto, 1983) recuerda a los grandes maestros europeos, cada una de sus creaciones tiene ese halo antiguo que te lleva a pensar en ellos, su temática también, antiguos bodegones, pinturas épicas o románticas representaciones se dan cita en su creación aunque su técnica no es precisamente de otros siglos.
Este artista digital utiliza un complejo proceso de renderizado que comienza con un boceto dibujado a mano, escena que será recreada en un software de modelado, le da color, iluminación, multitud de detalles y genera el 3D; posteriormente vuelca la imagen resultante en phothoshop para darle el procesamiento de pintura digital final.
Ochoa emula la composición, la proporción y el color de los viejos maestros, si bien aplica un aire ligeramente caricaturesco que nos trae a la mente la pintura de uno de los grandes, John Currin.
Cuerpos de movimientos gráciles y expresivos rostros, una sensibilidad estética fuera de toda duda, un tanto obsesionado quizá con la representación tradicional de la belleza, es como si el autor amara el pasado abrazando el futuro, consiguiendo así una pintura clásica con un toque eminentemente moderno. Una perfecta conjunción de historia y tecnología, de clasicismo y modernidad.
Mila Abadía | Jose L. Calleja