Superpone sus dibujos a fotografías de moda y retratos, bajo una visión totalmente personal que le lleva a destacar unos elementos sobre otros, Alana Dee Haynes ve el mundo a su manera y así nos los muestra.
Con un halo surrealista la autora convierte la piel de sus protagonistas en una suerte de lienzo en el que dar rienda suelta a su creatividad, y lo hace de forma minuciosa, intrincados dibujos recorren rostros y cuerpos casi obsesiva, delirantemente. Otras veces son los fondos los que rodean esos cuerpos, mimándolos, acomodándolos en el espacio con una delicadeza exquisita.
Alana Dee Haynes conecta de forma natural sus dibujos con las fotografías sobre las que trabaja, parece que unos no puedan existir sin las otras y a la inversa, elementos que no podrían sobrevivir por separado.
Sus motivos, gráficos sencillos, formas orgánicas, cédulas, raíces, y un punto de psicodelia componen un caos “organizado” que trepa por cuerpos y rostros perfectos, abrazándolos, haciéndolos suyos, tanto que nos transmite un componente erótico que convierte nuestra forma de mirar también en algo personal, como esa de la que hablábamos al principio, la propia, la suya.