De día se dedica a la ilustración comercial, de noche desarrolla su creatividad a través de la pintura, fruto de esa nocturnidad, y no se si también alevosía surge la obra de Melissa Forman (Ohio), una pintora cuyo interés se centra fundamentalmente en plasmar estados emocionales.
Sus protagonistas, mujeres, muchas veces de expresiones congeladas, aunque no por ello transmitan menos emociones, no pretende que sus modelos se representen a si mismas, ni que transmitan sus propios sentimientos, la autora las convierte en representantes de esos estados emocionales que siempre persigue, en versiones de la psique humana, de ahí que no tenga mayor importancia el sexo del personaje; es solo un vehículo para expresar estados de ánimo.
Así, esa protagonistas que aparentan estar ensimismadas, aisladas en su propio mundo, en realidad son una oquedad abierta hacia algo mucho más intenso, un hueco por el que se cuela el sentir del observador.
Misteriosos y elegantes, sus retratos ensalzan la genuina emoción humana como característica imprescindible de la vida; Melissa Forman se sirve del color, minuciosamente escogido, como vía de transmisión; de la misma forma que los elementos que rodean a sus aisladas figuras nos llevan a imaginar, a desarrollar desde una historia de profundos sentimientos a la innegable sima a la que asomarnos, y donde, puede ser, encontremos muchas de nuestras emociones; si deseamos dejarnos descubrir, si nos permitimos ser descubiertos, es algo, que cada uno de nosotros ha de decidir frente a esta creación.