Conocido y reconocido por sus esculturas talladas en madera a tamaño natural, Willy Verginer (Italia, 1957) es ante todo un maestro de la figuración, poéticas figuras a las que nos les falta detalle, las arrugas, la piel o los pliegues de la ropa aparecen perfectamente reproducidos.
Un trabajo cuyo realismo resalta mediante la pintura que aplica a cada pieza, como si hubieran sido sumergidas en grandes tanques, casi siempre en una gama de color que exuda tranquilidad y calma; una sensación de unidad y armonía que traspasa los sentidos.
Con un punto surrealista en la narrativa, Verginer deja a la imaginación del espectador el relato a componer, porque sin duda alguna, su trabajo implica eso, historias que idear, fantasías que construir; frente a su obra la curiosidad por saber lo que hay detrás de cada personaje nos inunda.
Protagonistas perdidos en sus pensamientos, concentrados, muchas veces niños y adolescentes que trasladan al observador una necesidad de protección vital. Animales plasmados con delicadeza y veracidad, estén o no en el lugar que habitualmente se les asigna, animales a los que acariciar y con los que dejarse llevar por mundos completamente inventados, o acaso ¿nunca has soñado con ser uno de ellos?